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Miércoles, 09 Abril 2014 00:11

¿MUSEO O CASINO?

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Por Arturo Camacho

La cena de boda celebrada en el Museo de las artes de la Universidad de Guadalajara, puso en evidencia el poco conocimiento que las autoridades universitarias tienen de la función de un museo patrocinado con dinero público además de mostrar una falta de respeto a la obra mural que José Clemente Orozco, uno de los 5 artistas cuya obra es considerada como patrimonio artístico de México, pintó en el paraninfo.

 

Es también evidente que la ampliación del recinto se hizo sin tener claro un manual de conservación y uso de un espacio que además es sede del consejo general universitario, máximo órgano de gobierno de la universidad pública.

Ante el argumento de que no se tienen recursos suficientes para el mantenimiento y realización de proyectos del MUSA, surgen diversas preguntas: ¿las ganancias monetarias que dejan espectáculos como “Miembros al aire” o “Mundo Disney” presentados en el teatro Diana, recinto propiedad de la universidad, no son suficientes para mantener un museo? Si la respuesta fuese negativa entonces habrá que cuestionarnos cuáles son los beneficios que dejan a la universidad pública este teatro y el llamado auditorio Telmex que fueron construidos con dinero público con su programación contribuyen a consolidar el avasallante circuito de la cultura chatarra.

La universidad pública recibe financiamiento para que cumpla con sus funciones sustantivas entre las que se cuenta la difusión del arte y la cultura, suponiendo que este fuera insuficiente, lo criticable es la poca creatividad para conseguir recursos, antes que realizar cursos, diplomados, conciertos, venta de afiches, conformación de un patronato, etc., se recurre a lo más fácil alquilarlo como salón de fiestas sin sopesar los daños de diversa índole que esto pueda ocasionar.

Banalizar la función de un Museo al alquilarlo como salón de fiestas trae como consecuencia la devaluación conceptual y material del patrimonio artístico, circunstancia que se agrava cuando quien lo hace es la institución que debiera ser la responsable de su difusión y preservación; no basta con cuidar los decibeles de la música o la carta de vinos y licores que se sirvió, hay otros aspectos como las dimensiones del espacio con un patio techado con capacidad para 100 personas sentadas como máximo; acomodar a doscientos significó utilizar espacios destinados para exposiciones que seguramente tuvieron que ser pospuestas por el compromiso adquirido; mantener afuera pero junto al edificio la cocina que sirvió para servir a los comensales no es suficiente el peligro latente estaba junto al edificio patrimonial.

Si cobraron treinta o trescientos mil pesos es lo menos importante, no hay dinero que pueda resarcir la devaluación del concepto de uso y apreciación del patrimonio artístico.

Ahora se entiende que ampliar el espacio no era para presentar más y mejores exposiciones artísticas ni contribuir a ampliar la cultura del pueblo de Jalisco, si no para tener un salón de fiestas.

Es necesario recordarle, a las autoridades universitarias que el Museo es uno de los géneros más brillantes y poderosos de la ficción moderna, comparte con otras formas de práctica ideológica – religión, ciencia, entretenimiento, disciplinas académicas- una variedad de métodos para la producción y objetivación del conocimiento y sus consecuencias socio-políticas, y especialmente tener presente que se trata de un espacio público que resguarda el legado artístico de uno de los más importantes pintores del siglo XX.

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