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Domingo, 27 Abril 2014 18:41

La tragedia azul

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Por Gerardo Sandoval Ortiz

Al inicio del actual periodo vacacional, el ex gobernador Alberto Cárdenas Jiménez ofreció una charla a militantes del PAN. Vino a promover a Ernesto Cordero pero no pudo eludir dejar su opinión sobre el proceso interno iniciado a principios de noviembre y que, con el fallo de invalidar el resultado, aun espera el desenlace final. Todos creen, pero nadie lo sabe a ciencia cierta, que el Comité se degrada a una simple delegación, un órgano directivo local sin autonomía ni independencia, dependiente de su dirigencia estatal y nacional.


 

Aquella vez, Cárdenas Jiménez calificó de “soberana porquería” la forma en que su partido dirime y resuelve los conflictos internos.

La elección del primero de diciembre derivó en una impugnación interpuesta en sus órganos internos. Se resolvió que, como acusó la parte quejosa, la elección por el Comité Directivo Municipal fue un cochinero y en consecuencia, se anuló. Y lo que no es menos grave, a cinco meses de la elección, todavía el partido no decide qué hacer. No se determina convocar a nuevas elecciones ni a desaparecer al Comité para convertirlo en Delegación Municipal. Como resultado, los panistas entienden que Jesús Ruiz Higuera se mantiene al frente del partido.

Allá al lado, el Partido Acción Nacional enfrenta una crisis interna capaz de traducirse en un primer mensaje a los panistas de Puerto Vallarta. Les dicen que pongan sus barbas a remojar, que a ese paso, a sus “hermanos” de color azul mañana también les pueden negar derecho a decidir por su candidato. Y el caos total, también van camino a que les ordenen de lejos apoyar a un candidato de un partido extraño. Si en Bahía de Banderas, la orden es apoyar a un candidato del Partido de la Revolución Democrática, en obediencia a la alianza de facto, que a ningún panista local le extrañe recibir instrucciones de Guadalajara que deben apoyar y votar por un candidato del Movimiento Ciudadano.

La tragedia del panismo vallartense es obra de autoría propia. Ellos no son víctimas de ninguna invasión ajena a sus entrañas. Es una revolución fraterna cuyos hermanos de color azul se baten todos los días. No lo saben pero es tan fiera su batalla que perdieron conciencia y capacidad de raciocinio. No les es fácil admitir que una consecuencia eventual es la de su autoexterminio.  

La guerra azul no es una escaramuza nacida de la noche a la mañana. Hay razones para creer que el virus contaminador cayó encima del panismo vallartense desde aquel mismo día que ganaron la alcaldía por primera vez, un 12 de febrero de 1995. Los ideólogos les habían advertido de la importancia de ganar el poder sin perder el partido. Apelando a la democracia, erigiéndose en paladines de las libertades y reclamando los derechos, ganaron la gubernatura, la presidencia de la república, las alcaldías más importantes del país, de Jalisco. Pero también se vendieron como los inmaculados y vacunados contra la deshonestidad. No habían pasado ni meses cuando se descubrieron a los primeros panistas tentados por el dinero ajeno. Involucrados Enrique Arreola y Rodolfo Escobedo Pulido, fue apenas un aviso de un primer caso que exhibió al panismo de carne y hueso, como una clase política, sí, de sangre azul, pero también propenso a las debilidades que tanto cuestionaron y criticaron de los priistas.

Entra camorras internas y reiterados fuego amigo, transcurrieron tres trienios y llegó lo inevitable. El PRI recuperó la alcaldía en 2003. En el 2012, el   PAN perdería el estado y el gobierno federal.  Lo visto en Puerto Vallarta, en muchas ciudades y regiones del país, finalmente contaminó a todo el panismo.

A juicio personal, aun queda lejos el día, inclusive, hasta la posibilidad, de que el PAN desaparezca. Le es necesario al país y a la vida democrática. Sin embargo, dadas las condiciones, en ciudades como Puerto Vallarta, no se ve el día que está en condiciones de competir y ganar la presidencia municipal. Quizá un primer requisito es acelerar  la marcha de muchos que se dicen panistas pero que le ocasionan un incalculable daño al partido.

En Bahía de Banderas, el PAN ganó en los pasados comicios la alcaldía. Pero, a diferencia de 1995 en Puerto Vallarta, ganaron con un candidato prestado que a meses de sentarse en la silla, anunció su retorno al PRI. Como establecíamos en los párrafos iniciales, el golpe fue duro y el panismo no se recupera. Fue tan fatal, que ganó las elecciones pasadas y, lo vergonzoso, ahora no tienen derecho de proponer ellos a un candidato propio.

A diferencia del vecino municipio, acá el PAN tiene, o lo es que es mejor dicho, tenía estructura y cuadros. Pero su guerra intestinal ha sido tan prolongada que el daño amenaza con mantenerlos por años lejos de la posibilidad de ir a una elección en condiciones de competencia. El gobernante partido Movimiento Ciudadano se prepara pensando en el PRI como el adversario a vencer. Muy pocos catalogan al PAN como un serio contendiente para las siguientes elecciones.

Existe un grupo de panistas que creen con toda seriedad que el PAN sí puede competir y ganar. Es el panismo que rodea al diputado local Juan José Cuevas García. Ocasionalmente se escuchan opiniones ciudadanas que el motejado “peri” sería un buen candidato y levantaría al PAN. Primero, es necesario que el legislador de un golpe de timón y subsane errores propios que le impiden consolidarse. Quizá tenga tiempo de corregir rumbo.

Ahora, el peor enemigo de Juan José Cuevas está adentro, en el PAN. Es un sector del PAN quienes desde ahora se encargan de combatir a la única figura con trascendencia más allá del municipio. Si la mitad de los militantes y otros apartidistas están convencidos de que Juan José Cuevas como la mejor carta del partido no es nada circunstancial. Lo patético, y eso es lo preocupante, que la otra mitad de la membresía, le regateen el estatus de ser el arma más efectiva con la que el partido puede combatir y ganar al adversario en  la arena electoral. Es esa la tragedia del PAN.  

El panismo es víctima de una agónica enfermedad. Perdieron conciencia de la importancia de las negociaciones y nadie se asume como parte de un partido en cuyos procesos internos unos pierden y otros ganan y al final, todos empujan el carretón al cual, ya en plena batalla electoral, se permite abrir espacio a los adversarios decepcionados del resto de los partidos. En el PAN Vallarta, recurre lógica política inversa. Frente a ellos les pasa el carretón del adversario y producto de sus guerras internas, son tan débiles, que imploran los inviten a subirse a la carreta tricolor y a la de color naranja. Ya lejos quedaron los días de la moda azul, de cuando del carretón tricolor bajaban para subirse al azul.

Así las cosas, si en Bahía de Banderas les quitan el derecho de registrar candidato, si les ordenan votar por un candidato del PRD, que acá se preparen para tiempos iguales. Si ya de por sí, al crearse una Delegación Municipal del PAN se les restringen derechos a la militancia, es mejor que se defiendan ahora a que mañana patalean. Defenderse no es asumir la defensa. Defenderse es dejar de golpear y dañar al partido.

REVOLCADERO

Pues bien, lo que trascendió en la tercera semana de febrero, ahora vuelve a ser noticia. Es decir, que los días previo al cierre de registros de precandidatos a munícipe de Bahía de Banderas prometen ponerse interesantes. El rumor de fin de semana fue que el dos veces ex alcalde, Héctor Paniagua Salazar, siempre dio el “si” al Movimiento Ciudadano. Si es cierto el rumor, pues solo estamos atestiguando el día que Paniagua contestó aquella invitación que a finales de febrero le hizo personalmente Enrique Alfaro Ramírez. ***** Esto trascendió como un simple rumor, puede ser un ingrediente que atraiga más reflectores. ¿Por qué? Porque el mochilismo vallartense ha venido festinando el reclutamiento de Adrián Guerra Padilla a quien vendieron como la contratación estelar de la primavera política y lo presentaron como virtual candidato del MC a la alcaldía. Nos aseguran nuestros amigos badebadenses que el MC tiene más interés en hacer suyo a Paniagua pues los altos mandos naranjas tienen profundas dudas en Adrián Guerra. Quienes conocen al ganadero y empresario nos lo dibujan como una auténtica vendetta, más o menos algo que se asemeja al actual presidente municipal, Rafael Cervantes Padilla, que ahorita da el “si” pero que mañana es capaz de dejarlos vestidos y alborotados.  ****** En el aire preelectoral de Bahía de Banderas se despeja el cielo gris y se torna transparente. Por lo menos una docena de aspirantes a ocupar candidaturas en todas las demarcaciones, candidatos por excelencia del PRI y del PAN, ya le dijeron a Paniagua que sí, que lo aceptan de candidato a alcalde del Movimiento Ciudadano. Es decir, que todo se encamina a que en el actual proceso electoral, pero en precampaña, en Bahía de Banderas, vuelvan a competir Adrián Guerra Padilla y Héctor Paniagua. Eso si Adrián no le saca ir a la preliminar contra Paniagua y recula para regresar al redil del PRD. Total, que, si incluimos al priista José Gómez Pérez, y a más priistas, esto del interés preelectoral, pudiera convertirse en un cochinero. Tanto chapulineo confundirá al elector.

 

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